Jesús Gil. Psicoanalista Madrid
Libros del autor
Crónicas de un psicoanalista 1: Tú eres el culpable de todo
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Hola a todos, es un placer teneros por aquí y bienvenidos a las crónicas de un psicoanalista. Artículo 1
Hoy me gustaría conversar con vosotros sobre una tendencia actual en el contenido que se ofrece sobre desarrollo personal a la que creo que debemos prestar algo de atención.
Me refiero a la idea repetida como un mantra de que “tú eres el único responsable de lo que sucede en tu vida”, “deja de actuar como una víctima de la situación y coge las riendas” y mensajes similares.
Particularmente, considero que si esa idea se asevera a la ligera de forma radical y generalizada puede ser potencialmente perniciosa y perjudicial pues no todos los casos son iguales. Creo que hay que diferenciar entre vivir en un estado de victimismo y ser realmente la víctima en un suceso o experiencia. Esta diferencia es muy importante.
En mi profesión como psicoanalista y en las sesiones en gabinete a lo largo de los años he podido comprobar que cuando el cliente viene con esa creencia férrea, en vez de ayudar al individuo a mejorar su vida, únicamente lo frustra y lo culpabiliza. Se siente incompetente y diferente. Lo que piensa es que todos pueden aplicar esa metodología y él no, porque le pasa algo raro que a nadie le ocurre y que nunca se le quitará. Esto me lo comentan mucho.
De alguna manera se siente solo ante sus iguales y se separa de ellos autodefiniéndose como muy inferior. Lo que realmente le sucede es que se siente culpable por su incapacidad e incompetencia.
Y en mi profesión he podido comprobar que la culpa es devastadora. Es prácticamente un veneno que lo enferma todo. Se come la autoestima de la persona, su seguridad y la hace permeable a todo lo negativo. Ya hablaremos en otro podcast sobre el sistema inmune psicológico.
La culpa es una de las fuentes más poderosas de pensamientos negativos y convierte al individuo en una “máquina de agradar”, me explico.
Como se siente tan culpable, la mente intentará enmendar su error para que su mundo afectivo le de amor y se sienta orgulloso de él. Y ahora es cuando se produce la total anulación del sujeto. Pero total. En términos un poco más psicoanalíticos, su Yo queda totalmente destrozado y ausente.
He podido comprobar que la persona desaparece completamente y se convierte en un puñado de acciones orientadas a la aprobación. Ya no importan en absoluto los deseos y preferencias que tenga, y por tanto no podrá explorar la clase de ser humano particular que es y no podrá conocerse.
A partir de la inoculación de culpa sonríe cuando no le apetece, va a sitios que no le gustan, a bodas a las que realmente no quiere acudir o realiza horas extras aguantando la olla a presión que suponen sus ganas de expresar esa injusticia.
Y ahora, además, le decimos que él es el responsable. Esto no puede ser así.
Jesús Gil Psicoanalista Madrid
Libros del autor
A veces, cuando somos niños la carga de culpa es desbordante. Desde, “has roto un vaso” hasta, “te estamos pagando unos estudios que no aprovechas”. “Tú eres la culpable de que tu mamá y yo discutamos”. “Eso que has hecho ha puesto triste a mamá, eres malo”. “Tu padre te ha castigado sin la excursión, pero porque lo has hecho sentir muy mal. Anda ve, y pídele perdón y dale un beso”.
Ja, es bárbaro, además de que le dejan sin la excursión a la que tantas ganas tenía de ir, tiene que reprimir su enfado y sentimiento de injusticia y ofrecer afecto obligado en forma de beso, cuando su cuerpo y su mente lo rechazan con todas sus fuerzas. La niña deja de ser dueña de sus propios besos. Totalmente de locos.
Otro ejemplo: “Ah, ¿encima te enfadas? Pues además de no ir la piscina con tus amigas te quedarás sin regalo de cumpleaños”. Tampoco se le permite la emoción de enfado. Ok, pero que sepamos que estaremos construyendo un futuro adulto sin derecho a expresarse.
Y no olvidemos que luego le diremos que él es el único responsable de cómo va su vida.
Negar que quizá las personas que más nos deberían haber querido son las que nos han dañado intencionadamente y que eso ha producido consecuencias en nuestras vidas solamente impide la curación y aceptación de esa realidad y produce un enquistamiento psicológico de ese sentimiento dejándolo no resuelto.
La mente, como herramienta de defensa, tiende a negar esa realidad por ser demasiado dolorosa para ser aceptada. Habría que diferenciar con más sensatez qué es victimizarse y qué es, simplemente, reconocer que te hicieron un daño y seguir adelante.
Si eso no se hace así y “vendemos” tan a la ligera que el individuo es totalmente responsable de lo que le suceda no estaremos haciendo otra cosa que culpabilizarlo más, consiguiendo que no pueda descubrir y expresar su padecer.
Se sentirá extraño y culpable por tener los pensamientos de haber sido víctima de un suceso que la sociedad y sus “mensajes de salud”, como los citados, le niegan.
Esto puede parecerse a ir por la calle, que te atraquen y te digan que tú eres el responsable. Sin haberse adentrado en una zona peligrosa de la ciudad, me refiero. O, como ir a la montaña y sufrir un alud y que tú seas el culpable. Al igual que padecer un terremoto y que te digan que no hubieras ido a vivir ahí. Pues igual de lógica es una cosa que la otra.
Veamos un ejemplo:
Imaginemos que la vida de una persona es como un coche. Imaginemos que ese auto es mi vida, pero lo conduce otra persona y produce un accidente que causa daños al coche o contra otros. Es cierto que es mi coche sí, pero, el daño producido no es responsabilidad mía, ¿O pensáis que sí?
Que no se hubiera dejado robar el coche o, que no lo hubiera aparcado ahí. No diríamos eso, ¿verdad? En definitiva, podríamos concluir que cuando sea yo el que conduce el coche, es decir, mi vida, entonces seré el responsable de lo que suceda en ella.
¿Y porqué el individuo que existe en un constante estado de victimismo no está conduciendo el coche?… pues porque no se le ha permitido expresar que, aunque él es el propietario de su vida fue víctima, en un momento de la misma, de no conducirla y decidir en ella.
“Pero, eso no puede ser”, podríamos pensar. “Todas las personas hacemos lo que elegimos y permitimos. Ya somos mayorcitos”. Todos sabemos que eso no es así y sí, esta imposibilidad viene de la infancia y la adolescencia. Que son las etapas más sensibles en el desarrollo humano y es lo que conformará el adulto que luego veremos en el futuro. En este caso, un adulto que no es capaz y para más castigo le espetamos que él es el responsable.
Si pensamos en un niño, será fácil que aceptemos que él no decide. Los niños no pueden decidir ni tienen las herramientas ni el criterio necesarios para sacar conclusiones o tomar decisiones de hacia dónde quieren dirigir el coche de su vida. De hecho, a los niños no se les permite obtener el carnet de conducir.
Luego, tienen que ser dirigidos, los tienen que conducir. Los niños no saben si son buenos o malos, altos o bajos, listos o tontos o guapos o feos. Se lo tienen que decir sus padres. Bueno, y el resto del mundo, pero psicológicamente la capacidad de instalar una realidad mental solo la tienen los progenitores con sus acciones o la ausencia de las mismas. Más adelante hablaremos también sobre ¿Qué es el programa mental? Y entenderemos muchas cosas.
Imaginaos que de pequeños solo os prestan atención cuando estáis enfermos, rompéis algo o dais algún problema. Aunque sea para reñiros, da igual. Esto por nombrar un ejemplo básico, sin profundizar en programaciones psicológicas más complejas y sutiles.
No recibís atención alguna cuando realizáis una buena acción u obtenéis una buena calificación en la escuela. Es tu obligación, te dicen. Vuestro inconsciente solo recibe atención en el primero de los casos. Entonces, cuando lleguéis a la vida adulta… ¿Qué acciones creéis que realizará vuestra mente, de qué tipo? Y otra pregunta ¿Realmente seréis vosotros los únicos responsables de esas acciones? ¿O están influyendo más factores?
A veces me cuentan en el gabinete, “Jesús me he leído un libro de autoayuda o desarrollo personal, o he visto un vídeo de pensamiento positivo, pero no me sale lo que dicen ahí. ¿Qué me ocurre? Dicen que pienses cosas positivas y las atraerás a tu vida. Que dejes de victimizarte y entiendas que solo tú eres único responsable de lo que te sucede”
Uff, menuda sentencia.
Yo contesto: “Bueno, suponiendo que quien lo escribe realmente se sienta como aparece en el libro, tienes que entender que esa persona lo ha escrito desde un estado emocional que no es el tuyo. Por eso te resulta tan difícil conectar con esa propuesta.
Pero no te culpabilices tanto, ¿Cómo pretendes pensar de ese modo con la historia que has padecido? De hecho, es un acto de fortaleza que hayas conseguido llegar hasta este presente. Vamos a hablar de tu historia pasada, a sanarla y, cuando ya no produzca dolor, verás como, sin hacer nada, te posicionas en ese estado emocional”.
Sí, y digo sin hacer nada. Para estar sano físicamente no tengo que hacer nada. Si mi cuerpo se siente bien estaré en un estado de salud bueno. También, si mi cuerpo se siente mal, tampoco tendré que realizar un esfuerzo para estar mal. Simplemente es mi condición. Pues la mente es lo mismo. Si resuelves lo que te producía dolor no tienes que hacer nada más para estar bien. El dolor se fue y tu estado natural es no doloroso.
A lo largo de los años como psicoanalista he comprobado que lo psicológico funciona de manera muy semejante a lo físico.
Lo que pasa es que es más difícil de detectar porque hasta hace poco tiempo, eso está cambiando, no se sabía que lo psicológico afectara tanto. Algo así como que si no lo veo no existe.
Pero hoy en día está muy estudiado cómo lo psicológico afecta a lo físico. Se puede consultar este tema documentándose sobre medicina psicosomática, por ejemplo.
A veces, debemos entender que la persona no se está victimizando, sino que simplemente está manifestando que efectivamente en una situación de su vida fue víctima y debemos permitírselo porque el ser víctima es algo que existe, no nos lo estamos inventando.
Ese hecho constituye una herida psicológica que hasta que no cure imposibilitará a la persona.
Hagamos un símil con una lesión física. Imaginaros que vamos caminando junto a una persona y en un desnivel del suelo se tuerce el tobillo produciéndose un esguince.
Al pasar un tiempo, esa persona no puede seguir nuestro ritmo por la lesión y se queja cuando le decimos que acelere el paso. ¿Le diríamos que no se victimice?
Esa persona solo está manifestando un suceso vivido que le ha producido unas consecuencias. ¿O no?
Es cierto que instalarte en la queja constante te encierra temporalmente en el suceso y tus pensamientos se producen en bucle atrapándote en ese hecho. Pero debemos diferenciar. Es importante diferenciar.
En la práctica psicoanalítica, cuando detecto que la mente del cliente que acude a sesión se queja sin elaborar ningún recuerdo traumático, intento conseguir que se dé cuenta de que eso no le ayudará a resolver su conflicto pues, es una manera de evadir el dolor que algún recuerdo traumático produjo.
La mente, que es tan maravillosa, está sobrevolando el dolor psicológico sin sumergirse en él. Es un acto reflejo e innato de la mente para evitar el dolor. Como la respuesta de contractura en un músculo. Pero también provoca un daño.
Hay que permitir que la persona pueda expresar el dolor que un hecho traumático de abuso le produjo.
Por poner ejemplos reales, hay que dejar que la persona hable de cuando sufrió abusos sexuales y que exprese lo injusto que le pareció vivir eso. Permitir que se identifique como la víctima de esa situación. ¿Alguien piensa que podría decirle, tú eres la responsable de todo lo que te pasa?
También de igual manera hay que ajustar que no puede estar por ejemplo veinte años de su vida sufriendo por eso pero, es que he comprobado que si lo puede hablar de esa manera, sintiendo que no tuvo la culpa y que fue víctima en la situación, la herida se cura, desapareciendo todos los síntomas que producía.
El enquistamiento psicológico precisamente viene cuando no se le permite expresar la emoción y se le obliga a no victimizarse. Esa herida no curará y la emoción se repetirá en bucle perpetuándose a lo largo del tiempo.
Os dais cuenta de que decirle a un adulto en determinadas ocasiones “no te quejes, tú eres el responsable de lo que te pasa” es lo mismo que decirle a un niño “pero no llores, ¿porqué lloras? Solo es una pelota, no es tan importante. Así no arreglarás nada”
Jesús Gil. Psicoanalista Madrid
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Para nosotros puede ser solo una pelota y con nuestra mente de adultos sabemos que hay más pelotas o que las pelotas no son el fin del mundo pero, en el mundo psicológico infantil puede suponer el todo. Debemos escuchar y entender ese todo y comprender porqué para esa mente es tan importante. Con el adulto debemos obrar exactamente igual.
El problema muchas veces es que no se acepta que los adultos que somos solo son el fruto de ese niño que fuimos. A veces, no se considera o cuesta entender que pueda haber una relación directa y ahí es donde se dice a la ligera “eres el único responsable de lo que te suceda”.
No, ya hemos explicado que el niño no es responsable ni de su propia vida. Si se le dice hasta lo que tiene que pensar y se le define a cada momento, forjándolo. Si hemos creado un niño así, ¿Cómo es posible que al adulto posterior le hagamos el responsable de todo? Hay que ajustar este asunto.
Bueno, pues lo dejamos aquí por hoy, que es la hora y nos vemos en la próxima sesión. Recordaros que si os resulta interesante el contenido podéis suscribiros al blog para recibir los avisos de los artículos que vaya subiendo. Que tengáis muy feliz día.
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